Advertencia

Fuego. Explosión de fuego. Destrucción expresada en incendios. Términos de fuego interno. El cataclismo de la crematoria de cuerpos es fuego. La ciudad en llamas es fuego. La fogata extendida es fuego. El infierno está frío. Aquí está el fuego: Llamaradas de atención al cielo que se nubla; como indios con señales de humo; como dioses clamando más dioses.
Fuego. Nada más que fuego. Fuego externo: mírate dentro. Implosión de FUEGO.

sigues siendo imprescindible en las transformaciones que suceden en la galaxia entera.

Ardamos

lunes, 22 de noviembre de 2010

Fábula salvadora

 Miro un árbol cuando paso por una calle, transitada de humos (del de mi boca a veces), transitada de pies asesinos. Miro el árbol. No es uno. Es el árbol; el que queda dentro de ese ajetreo centelleante y grisáceo. Mis pies también llevan cuchillos en la punta del zapato y en las suelas, veneno imperial de la historia entera. Camino y camino por el asfalto, al que ya nada le preocupan nuestros pies, ya que si se desgasta volverán otras decisiones humanas para poner otra capa de sangre negra, que es parecida a la que tengo en los pulmones. Mientras, el resquicio del árbol que sigo viendo me acuchilla la conciencia. Sé que puedo echarle un cable de oxígeno para que sus ramas no se pudran más. Un cable de oxígeno que no se mantenga tan solo y encerrado en la cárcel de un parque de Madrid. ¿Cómo? Es como intentar jugar a la comba en una habitación de no más de medio metro de altura.
Sigo caminando y veo a Eva. Eva me pide un beso con la mirada justo después de que yo se lo pida con la mía. Eva saborea mi boca cenicienta y me pregunta que por qué no dejo de fumar y en lugar de eso, me como una manzana.  

sábado, 20 de noviembre de 2010

Ausencia






















A veces creo que no soy
más que una ausencia...

Me siento aquí, sobre un sofá,
o sobre la nube que imagino,
o sobre los pies y las piernas
mientras camino y
me pregunto
si tú, o tú, o tú
sabrás si estoy o no,
si estoy como podrías estar


solo, con la sola soledad
de estar vacío
de estar
sabiendo y saboreando
el hecho de que soy, de que soy
el amigo que ya he perdido
/de que soy
el niño que fui
/pero que soy
todo...todo cuanto ya no ves/ todo
cuanto se ríe el espejo
al ver
al pequeño que corretea por la pasión vivaz
luchando por no ser
la ausencia que ahora
miras,

pronunciando una palabra
o cien
que se van cuando dejas de
pensar que ya
-aunque siga aquí-
me he ido.

Me he ido
de la mano del pasado y de la del
frío que hay en casa,
me he ido
en busca de la misma
búsqueda,
la de mí,
la de ti, la del mundo entero
/es algo parecido/

Pero la lucha es inútil,
me postraré en tu recuerdo
como una foto /moldeable y frágil/
mañana llegará
mi rostro a ti,
se irá para jamás volver
hasta que vuelva
al sitio
en el que jamás he estado
pero del que nunca
me he ido,
y cuando agarre de
nuevo el cigarro
/de nuevo
me fundiré con el
humo
para llegar a ti de alguna forma.
Seré humo
y te propondré posturas
jamás vistas
y harás
que me quede muy dormido

y así, sobre la cuna
del sucio cenicero
vivirá la magia de un zagal
que vino para
ser fuego presente
pero que sólo,
y solo está ausente,
helado
de tu calor
como una estatua mirando caer
la nieve sobre la calle ajena y vacía
/y vacío
vacío como el vacío
de tus ojos
cuando me miras y me miras
sin ver cómo ni
quién ha esculpido
mis ayeres que ahora
-sólo ahora-
coinciden con tu mañana;

y sobre el baño de miel
que entrará por tu ventana
mientras tus ojos se apartan
la persiana
dirás lo que te digo
sin saber
que durante algún segundo
he estado aquí,
contigo.

Y aunque ahora la timidez
haya dejado de
partir mi lengua para convertirla en
mudo sigilo
/me pregunto
si mi voz o
si las letras que me escribo
son más niebla entre la niebla
o una mano que recorre el braille
que imagino
sobre la pared de tu alma...

aahh...
Puedes levantarme,
puedes levantarte,
pasear con mis palabras y también
puedes acercarte, y acariciar con lentitud
con tu mano de seda
o con tu mano lija
alguno de mis párpados y descubrir
que las ausencias
/aún con ojos abiertos pero inadvertidos/
también tienen algún sueño:
que veas los ojos
con los veo lo que miro.





lunes, 15 de noviembre de 2010

Oscuro Sol

" Yo
niego
absoluta y francamente
 ser un alma,
 o un cuerpo,
 o un espíritu,
 o una inteligencia,
 o un cerebro,
 o un sistema nervioso,
 o un conjunto de glándulas,
 o cualquier otra parte de mí mismo.
 El todo
 es
 más grande que las partes.
 Pero hoy,
 después de tres mil años, después que estamos casi completamente abstraídos de la vida rítmica de las estaciones, del nacimiento, de la muerte y de la fecundidad, comprendemos al fin que tal abstracción
 no es
 ni una bendición ni una liberación,
 sino
 pura nada.
 No nos aporta otra cosa que inercia. "

Lawrence, D.H.



jueves, 28 de octubre de 2010

Dos personas no siempre son un plural

Suenan las manecillas del reloj que yo, a duras penas consigo escuchar, es más, creo que son pura invención mía. Allí no hay ningún reloj, incluso, creo que no hay ningún allí.
Es una parte de mi mente que, en este tipo de situaciones tan desagradables, busca huir de semejante atentado contra la inteligencia humana, y que, siempre se topa con las manecillas de un reloj. Quizá ese pequeño objeto (el único en el mundo consciente del lento proseguir del tiempo) busqué demostrarme cómo, a veces, el tiempo pasa tan rápido, y, a veces, tan lento. Ahora, pasaba lento.

Ese lugar era un lugar frío, del que no recuerdo imagen ni sonido alguno, pero, probablemente, influenciado por la realidad supramental que estaba viviendo, ese frío era lo único que podía reconocer. No era un frío climatológico ni corporal, era un frío anímico que representaba el estado de congelación que las neuronas de todas las personas con las que compartía sacrificio, habían alcanzado en algún momento de su vida. La ceremonia a la que habíamos sido invitados, mediante pago de una cuota ininteligible pero a la vez elevada, era el perfecto símbolo de perpetuidad de unos gestos, unas palabras, unas actitudes que, en lo más profundo de mi ser, despertaban un sentimiento violento.

No era violencia física, sino violencia mental. Todos aquellos conocimientos y saberes que, en mis cinco veces cinco años de vida, había conseguido recabar, estaban siendo atacados por esa persona que, de forma paradójica, contaba con el apoyo de mis seres allegados en lo que a infligirme dolor se refiere. Cada una de sus palabras buscaba atacar mis pensamientos, acabando con todo tipo de individualismo e invitándome a participar de su cometido. Miraba hacia atrás y veía a toda esa gente, carcomida por el hambre y las enfermedades, pero que gozaba sintiéndose partícipe de semejante farsa, lo que despertaba en mí ganas de gritar, de acabar con esa ceremonia permitida, única y exclusivamente, por su perdurabilidad a lo largo de la historia, pero no debía hacerlo, debía callar. Mi boda estaba a punto de comenzar.

Dagart

jueves, 21 de octubre de 2010

Hiroshima, moun amour.

Sinopsis:

Dirigida por Alain Resnais, el film relata la historia de una
joven actriz francesa la cual vive su última noche en Hiroshima acompañada, en su habitación de hotel, por su amante japonés.
Lo que podría ser una simple aventura es un momento de gran intensidad emocional y que le hace revivir un amor imposible que sucedió en Nevers (Francia) años atrás. La fugaz relación amorosa se convierte en un proceso introspectivo por el cual la mujer revela sus sentimientos íntimos y hace partícipe a su compañero de su reconstrucción del pasado, hasta ese instante oculto...










miércoles, 20 de octubre de 2010

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¿Lo fue?.¿Un sueño?

Sentada en el sofá, frente al televisor, mirando sin llegar a identificar el programa sencillo de tarde, imaginando un color blanco de lo inexistente, de lo vacuo, y escuchando un sonido que deviene en un ruido penetrante, que atraviesa y rompe el umbral auditivo del tímpano, un pitido omnipresente; me quedo dormida.

[...]

Toc, toc, toc. Llaman a la puerta. No. Son los pasos de alguien corriendo. El suelo, arrimado a mi oreja, y el infinito del pasillo absorbiendo mis ojos, ahora despiertos. Un vestido rojo granate se acerca y, al llegar, me supera en un elegante alejamiento. Me incorporo forzando al cuerpo, mientras el túnel flanqueado por puertas tira de sí con la gracia de una comba que se sacude, y al bombear estrepitosamente el corazón la sangre, comienzo a perseguir de la mujer, la estela. Me suceden un sinnúmero de pomos queriendo suicidarse con una llave, me suceden copiosas cantidades de lámparas colgadas del techo y separadas unas de otras por 15 lúcidos pasos en la oscuridad, me suceden huellas que acaban por toparse, siempre, con alguna puerta, hasta que un “Salida Repentina” verde fosforescente grabado en una jamba, denomina a una boca de madera abierta, una puerta, que traga a la espeluznante velocista en humo bermejo del tiempo. Empezando por una ligera presión, el pasillo decrépito comienza a parecerme pequeño, como si la negrura perdida de cada extremo me encontrase, y fuese ella, esta vez, la que me persiguiese. Me atrapa la otra, la puerta del resplandor verde, cerrándose de tal golpe que las luces de la habitación señalada, se apagan cabreadas, y un aluvión de diminutas luciérnagas encienden sus cuerpos a mi alrededor. No hay viento. No hay calor, ni frío, ni suelo. No hay, por un momento, un yo contingente. Solo el Universo y su titileo de ilusiones.

[...]

Toc, toc, toc. Llaman a la puerta. No. Soy yo el que la aporrea. Recuerdo haber saltado una alambrada, pero al girar los ojos, y después la cabeza, hay un huerto de ellas en un inmenso campo circundando el refugio en el que he aparecido. Entonces, el tiempo y mis latidos se ponen de acuerdo, ralentizándose así, mis pasos. Abro el portón a la manera ingrávida, y antes de introducirme, brota una luz polarizada que me ciega la vista momentáneamente, en la deceleración de mis segundos.

Una sala magna. Una escalinata. Un corredor. Otra puerta. Otro pomo. Un cuartito. Unas estanterías. Una escoba. Un cuchillo en mi mano. La mujer de antes. Un espejo que refleja. Su reflejo. Mi reflejo. Se tensan mis músculos. Soy un hombre.

[...]

Toc, toc, toc. Llaman a la puerta. Toc, toc, toc. Late mi corazón; y se apaga el caótico pitido, pero me asusto sentado en el sofá, frente al televisor: estoy viendo una mujer yaciendo en la alfombra, con mi muerte masculina en su cara, de mi salón






Se da tocones tocundos Unambre Toclón